Ese hombre de allá


dos pibes en bicicleta cruzan la plaza
de este inmisericorde pueblo
van o vienen de la escuela
distraídos
hablan de fútbol o de chicas
y se estrellan contra el alambrado que rodea a la calesita
quedan tirados sobre el pasto raleado
enredados en sus bicicletas y riéndose hasta llorar
apenas pueden moverse
me miran
soy testigo de un episodio que tal vez recuerden toda la vida
cuando caminen por aquí con sus hijos o sus nietos
si es que no logran escapar de este maldito lugar
o cuando les arreglen y les pinten esas mismas bicicletas para ellos
les contarán esta pequeña historia de la que formo parte y tal vez hablarán del hombre de barba y de impermeable gris
que estaba sentado en un banco
ese mismo banco de ahí
y que se reía tanto como ellos
no sabrán nada más de mí
ahí termino yo
el hombre del banco de la plaza
sin nombre y sin rostro
también ellos no son otra cosa para mí más que dos objetos
que se desplazan en el espacio y en el tiempo
all fin logran reponerse
recogen sus mochilas
se sacuden el pasto de los guardapolvos
montan en sus bicicletas y siguen su camino
se dan vuelta y me miran
desaparecen a la vuelta de una esquina
ahí terminan ellos
me quedo un rato más fumando y observando
a una joven mamá que juega con sus dos niños a construir castillos
de arena con mierda de perros
se escuchan unas explosiones a lo lejos
una vieja se asoma por una ventana
otros salen a la vereda a ver qué pasa

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