Algunas canciones


1. Corazón y pases cortos
2. Milonga de los vampiros
3. Una hoja en la tormenta
4. Mis cenizas
5. Retrato
6. Un día de furia
7. Malo conocido
8. La murguita de los reos
9. Contramano
10. Milonga del último
11. Florcita de cardo
12. Turbio y arisco
13. La superada
14. El color del barrio
15. Lo mejor de tus sueños
16. Fantasma del pasado
17. Candombe del final.
18. Mariposa de la noche
19. Esta soledad
20. El náufrago
21. Nueve y diez
22. Y vos por ahí
23. Elogio a mi catrera
24. Sembrando el pánico
25. Mi lección de anatomía
26. Transcurrir
27. Puntos de vista
28. Locura en gris
29. Fin del juego
30. En plena caída
31. Huellas rojas
32. Aquel cantor enamorado
33. A través
34. Sol de otoño
35. Dentro de un tiempo
36. Siete veces
37. Casa de muñecas
38. Tócala de nuevo
39. Esa mujer invisible
40. Bahía de barro
41. Mar de la melancolía
42. Ella se va
43. Viejo amigo
44. La próxima
45. Casi como amar

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1. Corazón y pases cortos

En mis tiempos de apogeo jugaba en toda la cancha,
No esquivaba el entrevero, siempre hacía pata ancha.
La pelota bajo el pie, la frente alta, la pausa,
El pase justo, bien mansa, la pared, la diagonal,
La alegría de jugar, los ravioles en la panza.

Encaraba por adentro, por arriba y los costados,
Si me paraba en el centro lo daban por liquidado,
Me deslizaba elegante sobre la verde gramilla,
Si no venía sencilla o algún gil me la pisaba
Ahí nomás mi sed calmaba rompiendo alguna canilla.

Un poco de picardía, un poco de pizarrón,
Se organiza la osadía, se libera la razón.

Los años fueron pasando, las rodillas no me daban
Y fue cuestión de entender por dónde el secreto andaba,
Corazón y pases cortos, un paso atrás, el aliento,
Un grito en ese momento y saber, en el aguante,
Que a veces se llega antes si se va seguro y lento.

Hoy hago la personal, otras veces toco en zona,
De patrón y mariscal pasé al toque a la patrona.
Me quedo de colchonero, me mando algún que otro trote,
Yo que antes fui el azote de todos los guardavallas
Ahora el látigo me falla pero aún pesco algún rebote.

No festejo un gol en contra, una expulsión o un penal,
No me cierran los botones que abren cualquier ojal.

Tal vez no te infle una red, no tenga un pique explosivo,
Pero en el área se ve, de todos, quién es más vivo.
Da gusto verme inspirado, rabona, sombrero y caños,
Cómo empujo, cómo engaño y saco de la galera
A la mejor delantera, la experiencia de los años.

En el banco, mi suplente, deberá aguantar la espera,
Mis botines y mis lentes los cuelgo cuando yo quiera.
Todavía no es el tiempo de mi última gambeta
Cuando me caiga de jeta por la guadaña de Dios,
Y la meta en un rincón… con la tribuna repleta…

He gritado muchos goles con la alegría secreta
de bancar buenas y malas con la misma camiseta.
La vida como el potrero tiene el pique desparejo,
Algunas te caen al pie, las otras se corren lejos...


2. Milonga de los vampiros

Sobrevuelo tu misterio, paso al ras de tu destino,
Cuando estoy por atacarte me detengo arrepentido.
Doy mil vueltas por la noche, maldigo, grito y deliro
Por la culpa de dejarte en su casa y a su abrigo,
Por hoy estás sana y salva, porque soy un buen vampiro.

Un vampiro que se espanta con el sol del mediodía,
Con la estaca del deber, con la cruz de la rutina.
Un espejo hecho pedazos, muerte eterna, sangre y ruinas,
La oscuridad que me envuelve curándome las heridas
Y la cara borroneada en las fotos de mi vida...

Milonga de los vampiros, gente de mala bebida,
Que brindan por la salud de los que entregan su vida.

Entregáte sin temor, no te engañen los sentidos,
Si tu sangre no se altera me sentiré complacido.
Me acercaré en la penumbra, veré mi sueño cumplido,
A pesar de mi apariencia y el deseo contenido
Te beberé con ternura, porque soy un buen vampiro.

Quiero morir de una vez en un "te tomo y obligo",
En el ajo de tu tajo, en el dolor de tu olvido.
Mi piel ya tiene mil años y mi voz es un aullido
Que te llama y te reclama y te muerde en un suspiro,
De tanta vida que tengo, estoy más muerto que vivo.

Milonga de los vampiros, gente de mala bebida,
Que brindan por la salud de los que entregan su vida.

Te dejaré eternamente algunas de mis manías,
Un cierto aire de ausencia, las manos blancas y frías.
Rondarás las mismas calles acechando en las esquinas
Con tus ojeras de plata buscándome entre neblinas,
Y lo que yo te haré a ti, le harás a otro, querida...

Me llevaré para siempre la paz del deber cumplido,
Está en mi naturaleza, no hay que buscarle sentido.
Mi víctima más hermosa será la próxima, aspiro...
Aunque no puedas creerlo, lo tengo bien merecido.
Al fin y al cabo soy esto... nada más que un buen vampiro.

Milonga de los vampiros, gente de mala bebida,
Que brindan por la salud de los que entregan su vida.
Milonga de los vampiros, gente de mala bebida,
Que cuando salen de copas, alguien paga con la vida...

www.myspace.com/wwwmyspacecomdanielrobles

3. Una hoja en la tormenta

Tengo en esta noche una rara sensación,
Siento que desciendo en un vértigo feroz,
Tiempo que me altera en su carrera sin control,
Tiempo que se acaba gota a gota en el alcohol,
No puedo escapar,
No quiero escapar.

Yo estoy en el centro y mi pasado alrededor,
Giran los recuerdos con el dedo acusador,
Cuento una a una las heridas que causé,
Pero sin embargo fueron más las que curé,
Preso como estoy, esto es lo que soy...

Y así, puedo enfrentar al fin,
Después de tanto huir
A los fiscales de mi vida.
Razón tendrán en pretender
La pena capital cuando comience el nuevo día...
Pido la palabra y la verdad,
Toda la verdad la inventaré...
Total, como viene y se va,
Inocente o fatal,
Soy una hoja en la tormenta,
Nada más...

Años, tantos años consumidos con pasión,
Llanto y carcajada, mano noble a la traición,
Fui fiel al deseo de este viejo corazón,
Si se ha equivocado fue de puro sobrador,
Sólo quiso amar,
Sólo pudo amar...

Dejo en este mundo ciertas pruebas de ese amor,
Sueños a mis hijos, mis derrotas y mi voz,
Un montón de amigos y alguna pobre canción
Que estaré cantando cuando bajen el telón.
Siga la función,
Que aún falta lo mejor...

Un juez que se parece a mí
Me guiña al sonreír
Y me perdona las afrentas,
Y al fin, parece decidir
Que en todo caso fui
Sólo una hoja en la tormenta.
Pido la palabra una vez más
Pero sólo río al comprobar
Que así, como viene y se va,
Inocente o fatal
Soy una hoja en la tormenta
Nada más...

4. Mis cenizas

Esparciré yo mismo mis cenizas
En los rincones más ocultos de tu casa,
En la escuela de tus hijos, en tus misas,
En el camino a tu trabajo y en tu plaza.

Invadiré con mis olores tus especias,
Me comerás en tus más íntimas veladas,
Y construiré mi guarida entre tus cactus
Y en el desierto atroz de tu mirada.

Seré ese polvo blanquecino y misterioso
Que cubrirá tus arrugas y mis cartas,
Pero sabrás en tus tristezas y en tus gozos
Que este amor ya no se olvida ni se mata.

Te pincharás con mis espinas más agudas
El dedo aquel donde llevás tu matrimonio,
Y cada vez que me niegues, sin saberlo,
Invocarás, inocente, a mis demonios.

Yo flotaré eternamente en ese aire
Maravilloso y agitado de tu aliento,
Me meteré entre tus ropas y tus carnes
Y seré tus cosquillas en el viento...

5. Retrato

En una vieja foto descubrí
Que tu perfil está escondido en mí.
La misma cuerda que ahora tensa tu dolor
De un tirón me va encorvando como a vos.

Sobre tus hombros yo era como un rey,
Ya ves... mi territorio se esfumó, y después,
Quise conquistar un reino del revés
Sin vos, sin ley, no sé...

En tus manos grandes se abrigó por soledad
Mi torpe corazón.
Tus silencios fueron para mí como una voz
Haciéndome gritar tu rebelión.
En tus ojos mansos aprendí
Que la raíz de tu mirada
Se hunde más allá de tu dolor
Y sin embargo estás donde yo voy.

Mi vida es niebla y no logro ver
Que todo lo que pudo ser y al fin no fue,
Un lugar dejó donde crezca tal vez
El pobre sueño aquel...

6. Un día de furia

Cuando el sol tan rojo cifrado en su nombre
Lo atacó de frente como una condena
Llevaba en su cuerpo las mil y una noches,
La última copa, la última cena.

Se vistió despacio, en cámara lenta,
Se miró al espejo arqueando una ceja,
Suspiró profundo y sacó la cuenta,
Tan fino, tan dulce, tan solo, sin quejas.

Al subirse al auto bajó la bandera,
La puta costumbre se dijo y apenas
Era la tarifa del tiempo de espera
Más cara de todas, una vida entera.

Puso un tango reo buscando el consejo
Que nadie le daba en medio de aquello,
El bar de la esquina quedaba tan lejos…
Perros de la calle!... Dónde estaban ellos…!

Quedáte tranquilo, en la dulce espera
Que un día de furia lo tiene cualquiera…

Saltó el eslabón, rompió la cadena,
Era todo rojo en la carretera,
Lo que viviría ya era pasado,
El ser o no ser a una calavera.

Antes de bajar se miró las manos,
Se arregló el cabello, palpó su campera,
Caminó dos cuadras y al entrar por ella
Miró su reflejo sobre la vidriera.

Tarde para todo ya no era quien era.
La mató con rabia, se mató con pena
Y entre muerte y muerte vivió diez minutos
Mirando asombrado su última escena.

Ese sol tan rojo cifrado en su nombre
Se apagó despacio entre las sirenas
Y un fundido a negro cayó sobre todos
Que un día de furia lo tiene cualquiera…

Quedáte tranquilo, en la dulce espera,
Que un día de furia lo tiene cualquiera…

7. Malo conocido

Brindo por vos
Por aquel sol de primavera
Que te acaricia en esta noche que se va…

Aquí la lluvia que cae
Me arrincona y me trae
Más soledad… más soledad…

Por si volvés
Aquí estaré la vida entera,
En este bar sirven mentiras verdaderas…

Al fin de cuentas verás
Que no es bueno cambiar
Lo que ya amás… lo que ya amás…

Malo como soy según parece
Sigo siendo tu mejor idea,
Lo peor de un hombre es, muchas veces,
Todo lo que una mujer desea…

Para jugar
Una mañana y por sorpresa
Seré por fin lo que vos quieras, mi princesa…

Y entonces te encantará,
Serán días de paz,
Te aburrirás, te aburrirás…

Y apostaré
A que una noche y por las buenas
Me rogarás que vuelva a ser el que yo era…

Entonces te entregarás,
Te amaré, me amarás,
Y mucho más, y mucho más…


8. La murguita de los reos

La noche pasa sin prisa y es traicionero el licor,
Corre un calor codo a codo y se sube al corazón.

Lamiéndose las heridas los reos huyen de Dios
Y crucificado, al fondo, reza su canto el cantor.

Se escuchan desde la esquina los rumores del tablón,
El fútbol y las mujeres encienden la discusión.

De dónde son esos tipos, qué viento los empujó
Amontonando sus penas empapadas en alcohol…

La música va buscando en la oscuridad feroz
El brillo que se derrama del alma del perdedor.

Que si no fuera por ellos tal vez sería un señor
Con la mano calculada la sangre bajo control.
Que si no fuera por ellos faltaría el resplandor
Que enceguece mi cordura y no sería quien soy.

Sin perdonarse el pasado van de menor a mayor,
El tiempo dirá si pueden, nunca faltará ocasión.

Por las dudas si naufraga en la copa un corazón,
Alguno de ellos se acerca y ahí mismo se hunden los dos.

Y así se van por las calles cuando está saliendo el sol,
Las viejas mojan los pasos sincopados del alcohol.

Van cagándose de risa de las cosas sin valor
Tarareando el estribillo de alguna triste canción.

Es esa cuerda invisible que se corta en un temblor,
Mañana dará otra nota, que si hubo una, habrá dos…



9. Milonga del fugitivo

Huye buscando vida, la vida,
Mata dejando atrás
Dos quejidos y un latido, su latido,
Que murió cuando entró su puñal.

Noches que se hacen largas, muy largas,
Voces que en soledad
Va arrastrando por caminos que el destino,
Su destino de dolor le hace andar.

Muerte que llega lenta, muy lenta,
Sabe que va a pagar
Por las suyas, por aquellas que se encienden
A su paso o al de otro, le da igual...

Grito que corta el aire, su grito,
Pecho que se abre en dos,
Mano fiera que se cierra en la tierra,
Derramando el vino rojo del rencor.

Huye dejando vida, su vida,
Llora lo que vendrá,
Y se acerca y se toca la boca,
Y se cierra los ojos y se va...


9. Contramano

Y como todas las tardes,
Lindas tardes esas tardes,
Estábamos estampados
Sobre la esquina, mareados,
De tanto mirar de arriba
La procesión de la vida
Revelando sus costados,
La vida, cuántos costados...

Un auto rompe la calma,
Mucha calma, tanta calma
De esa tarde de verano,
Se estaciona en contramano,
Corre un viento de pelea,
Un hombre baja y pasea
Su mirada de villano,
La mirada en contramano.

Por un día volvió al barrio,
Cuestiones de sucesión,
Con ese Armani marrón,
Flor de bote y una mina
Que cuando mira lastima.
Quién sabe por qué razón
Miami lo capturó,
Siempre fue un hombre de acción,
A todo le dijo yes
Y se enganchó a esa cubana
Que se olvidó de la Habana
Ocultando el pedigré.

Una mañana temprano,
Muy temprano en contramano,
Se escapó no sé de qué,
Vio a su viejo en el taller,
A su madre en la cocina,
Se paró en esta esquina,
Algo murió y se fue,
Algo murió y se fue...

Andá, volvéte, escapá,
Que para vos es igual
Si acá no hay nada que hacer,
Tu casa, el barrio, el taller,
Los amigos y el potrero
Se fueron por un agujero
Que no cierra con volver.

Acá quedamos mirando,
Manoteando, deseando,
Tantas cosas que se escapan,
Seguimos buscando el mapa
Que nos revele el tesoro
Y que nos bañe en el oro
De la vida que te atrapa,
De esta vida que te atrapa...

10. Milonga del último

Va esta milonga por los amigos
Que aunque se fueron están conmigo.

A quién le importa si por el vino
Traigo recuerdos y me lastimo,
Cualquiera sabe que en ciertas noches
Quedarse solo no es buen destino.

Va esta milonga por los amigos
Que aunque se fueron están conmigo.

Me pasa a veces que, distraído,
Encuentro en alguien un parecido
Entonces vienen una tras otras
Tantas historias que hemos vivido.

Cambio las fechas, pago testigos,
Invento hazañas, premio y castigo,
Y se transforman como en un sueño
Los vencedores en los vencidos.

Va esta milonga por los amigos
Que aunque se fueron están conmigo.

Llega la hora, suena un chasquido,
El hilo cede por lo más fino,
Del lado claro lo que se puede,
Del lado oscuro lo que quisimos.

Apuro el trago, río y maldigo
Por lo que somos o no hemos sido
Mientras espero sobre mis hombros
El brazo amable de aquel amigo.

Va esta milonga por los amigos
Que aunque se fueron están conmigo.


11. Florcita de cardo

Oculta en la belleza obscena del paisaje,
como una flor de cardo al lado del camino,
serás como ese gesto sutil, como un ultraje
que cambia sin saberlo la fuerza de un destino.

Sabré elegir sin duda, como quien ya no espera,
con mi cuerpo arrasado y con mis manos ciegas
el azul apagado de tu belleza muda
y el dolor deseado de tu espina serena.

No habrá sobre mi cama ni rosas pretenciosas,
ni exóticas orquídeas ni lánguidas gardenias,
será sólo tu tallo quien sostenga mis sueños
y calmará mis ansias tu flor de cardo tierna.

Y al correr de los años, casi sin darnos cuenta,
serás mi renacer, seré yo tu letargo,
pasará por mi cuerpo tu sabia vida lenta
y serás para siempre mi florcita de cardo.

12. Turbio y arisco

En ciertas noches, uno acostumbra
Echarse al cuerpo algunos tragos
Que lo oscurecen y lo perturban,
Es lo que pienso, es lo que hago.

Me pasa entonces que el ámbar tibio
Me arrastra bajo su correntada,
Cierro los ojos, hago equilibrio,
Si pierdo todo, no pierdo nada.

Cuerpos lejanos, caras extrañas,
Formas inciertas, falsos colores,
Torpes promesas en la maraña
Impenetrable de mil amores.

La vida pasa como si nada
Como si nada me va a marcar
En la sonrisa y en la mirada
Lo que me quita y lo que me da,.
Lo que le ofrezco lo multiplica,
Lo que le oculto lo restará,
Al fin y al cabo en esta noche
El resultado está de más.

Lenguas de trapo, ojos vidriosos,
Códigos rotos, distintas claves,
Mínimo esfuerzo, grandes negocios,
Amor eterno, reinos sin llave.

Final del baile, risas y premios,
Brindis, abrazo, medalla y beso,
Qué buen disfraz, figura y genio,
Después de todo no es más que eso.

Salgo a la calle, turbio y arisco,
Adentro siguen las emociones,
El alma abierta a los mordiscos
Y a manotazos los pantalones.

13. La superada

Yo sabía que a pesar de mi apariencia
Y lo cruel que suelo ser en estos casos,
Volverías a intentar con la experiencia
De querer cambiar el rumbo de mis pasos.

Sé también cómo te engrupen los otarios,
Y conozco palmo a palmo tus barullos,
Mucha agenda, mucho bótox, mucho diario,
Mucho chat y celular, mucho chamuyo.

Ya no sos la muchachita enamorada
Que creía en mis sueños imposibles,
Ahora sos del country aquel, la superada,
La del york-shire terrier y el convertible.

No me falta corazón y no me sobra,
Controlá tu pretensión, no seas chabona,
Siempre fui de los que bailan con su sombra
Y hoy querés verme pelear por la corona.

Perdonáme por favor si he sido torpe
Y no he estado a la altura de tus fines,
Es que llevo en el cuerpo tantos golpes
Que ya es hora de ir colgando los botines.

Yo me quedo en tu rincón, como una copia,
Si querés verme sangrar estás jodida,
Andá vos a comprobar en carne propia
Cómo duelen las trompadas de la vida.


14. El color del barrio

Un caserío olvidado al borde de la bahía,
Las ilusiones vacías a golpes de tierra y sal,
El viento marca los rasgos achinados de su gente,
El barro palpita y siente las huellas del arrabal.

Yo tengo el color del barrio que vio nacer mi locura,
Que me ocultó en la amargura de un amor en su final,
La memoria de mis viejos está latiendo en mis huesos
Y tal vez sea por eso que siempre estoy por llegar.

Una sombra entre tus sombras, tierra, bronca, lluvia gruesa,
Amasa el barro y espesa la sangre de tu sudor,
El Maldonado enrojece y un perfume de marea
Da ese aire de pelea que enciende mi corazón

Yo tengo el color del barrio que vio nacer mi locura,
Que me ocultó en la amargura de un amor en su final,
La memoria de mis viejos está latiendo en mis huesos
Y tal vez sea por eso que siempre estoy por llegar.

Por tus calles voy siguiendo los rastros de mi pasado,
Siento el eco de un llamado cuando va cayendo el sol,
Busco el calor de unas manos con olor a grasa y tiza,
El consuelo de tu risa, la dulzura de tu voz.

Yo tengo el color del barrio que vio nacer mi locura,
Que me ocultó en la amargura de un amor en su final,
La memoria de mis viejos está latiendo en mis huesos
Y tal vez sea por eso que siempre estoy por llegar.



15. Lo mejor de tus sueños

Vuelvo a sorprender con mi desvelo
La amenaza de este cielo
Que comienza a clarear,
Dulce furia antigua, tan violenta
De este aire de tormenta
Que me da una extraña paz.
Miro tu carita en la almohada,
Calmo tu temblor con otro beso y mi calor
Se mete en tu interior,
Cambia tu sueño y es mejor
No comprender cómo se puede amar así...
Soplo y te empujo con mi aliento
Y te llevo muy adentro,
Donde puedas recordar...

Que es amor,
Cuando miento, cuando invento,
Es amor.
Es amor,
Cuando invado tus estados,
Es amor...
Podrás
Notar la diferencia y sonreirás
Al ver
La simple realidad, mi realidad,
Por favor,
Te lo pido una vez más y es por amor,
Que despiertes y me mires porque soy
De tus sueños lo mejor...

Ruidos de la calle cuando llueve
Y de tu cuerpo que tan leve
Se deshace al despertar.
Junto los pedazos de tu sueño,
Te acaricio y te enseño
Uno nuevo para armar.
Traigo el café y nuestra cama
Mezcla su sabor
Con el perfume que el amor
Libera en tu interior,
Ya no es un sueño y es mejor
No comprender cómo se puede amar así...
Llueve y me pregunto si esto es cierto
Cuando encuentro el cielo abierto
De tus ojos al mirar...

16. Fantasma del pasado (Daniel Robles-Marcelo Franco)

Todo por estar más cerca del lugar
Donde la perdió por culpa de un error,
El hombre volvió buscando una razón,
Esa sinrazón que tiene el corazón
Que impide comprender
Que si el amor se va...
Nunca más se ha de encontrar...

Y por eso fue que un día, derrotado,
Una gris melancolía lo llamó desde el pasado,
Disfrazada con la máscara grotesca de la fe,
Lo engañó y como la primera vez...
Lo llevó a recorrer como un fantasma
Esas calles sin el alma del amor que nunca espera,
Y buscando algún rastro que lo hiciera comprender,
Se dio cuenta que para poder volver...
No hace falta ni esperanza ni osadía
Porque todo en esta vida cambia tanto
Que perdés...

Nada era igual, ni ella ni aquel bar,
Donde le juró temblando eterno amor.
Ese hombre lloró bebiendo en un rincón,
Pura sensación de angustia y de dolor
Tan honda que al morder
Le marca su verdad...
La muesca de la soledad...

17. Candombe del final

En la condena de mi eternidad
Apenas puedo con mi amor,
Aquellos días en que fuiste mía
Son un sueño de siglos de dolor.

Tu frágil cuello, tu pequeña voz,
Tu dulce forma de mirar...
Aquel pañuelo que cubrió tu duelo
Y mi boca tus ganas de gritar.

Candombe de aquel vampiro
Que nunca supo amar sin lastimar...
Desgracia que le hace gracia
Y le provoca la risa del final.

Mi dentadura y mi corazón,
Mis alas rotas y mi tos,
A quién engaño con el gesto huraño,
Soy un viejo que quiere algo de amor...

Estoy vestido para el gran final,
Caeré en cenizas sobre vos,
Buscando el cielo encontraré el consuelo
Del disparo que espera darme el sol.



18. Mariposa de la noche

Será esta luz de delirio
Tu pedido de auxilio,
Esta luz imposible
De otra noche imposible,
Resplandor imposible
Que ilumina tus dominios.

Será otro error calculado
De tu mundo cansado,
El sabor imposible,
El sonido imposible
El color imposible
De los sueños malogrados.

Esta estrategia de araña, esta quietud de llanura,
Este miedo de espesura, este frío de montaña.
Mariposa de la noche en un foco de avenida,
Con un minuto de vida tan eterna en tu derroche.

Y vas hacia el fin tan segura
En tu triste aventura
Cae tu ardor imposible
En mi herida imposible
Este grito imposible
De perdón y de locura.

Dejás con tu polvo de olvido
En tu vuelo vencido,
Aleteo imposible
De un minuto imposible
El amor imposible
Que te ofrezco y que te pido.

Ese cuerpo incontrolable, esa visión deformada,
Estas manos maltratadas que acarician lo intocable.
Este silencio de cuna, esta soledad de espera,
Este vacío cualquiera que llenás como ninguna.


19. Esta soledad

Qué se hizo del muchacho aquel
Que te convenció en una esquina
Con un beso y sueños de papel
Que eras lo más bello de su vida..?

Con esa desmesura de creer
Que todo lo mejor nunca termina,
Con esta desventura de saber
Que aquello no fue más que una mentira...

Qué se hizo del muchacho aquel?
Bajo cuánta piedra lo enterré?

Cuanta soledad
En la locura por recuperar
Aquel amor de carne y de metal
Que sólo por fatal tuvimos que fingir perder...
Esta soledad
Del hombre solo, más solo que hay,
Con este sello que ahora ves
De no poder vencer por mí la ingravidez
De esta soledad de tanto esperar la soledad...

Quién te hizo desaparecer?
Quién halló el secreto de tu ruina
Y lo muestra atado de un cordel
Para que te acusen y se rían...

Con toda la impotencia que me da
No haber estado allí para cuidarte,
Por esa cobardía de aceptar
La orden que me diste de olvidarte.

Pero como suele suceder...
Todo lo que pudo ser no fue...


20. El náufrago

Desaté con mi obsesión una tormenta,
Puse a todos en la barca de mi vida,
Desplegué mis velas rotas, mal heridas,
Y enfrenté la tempestad sin darme cuenta.

Renegué de tu imposible salvataje
Y fuí el último en gritar mi mala suerte,
Aferrándome a un pedazo de mi muerte
Me salvé por tenaz y por salvaje.

Una sola persona en este mundo
Perdería su vida en un segundo
Por la mía si fuese necesario.

Cuando estén por confirmar el mal presagio,
Cuando vayan preparando mi sudario,
Tendré siempre tu mano en el naufragio.

21. Nueve y diez

Le tiemblan las manos, derrama el café,
Prende un cigarrillo, respira a través,
A las siete en punto se asoma al balcón,
Su cabeza estalla en un cielo marrón.
Mitad en la nada mitad en el ser
Apunta y escupe y cuenta hasta seis,
El traje de siempre, el cuerpo de ayer,
La camisa blanca, los pies de correr.

Más feo que nunca en el ascensor
Baja bien abajo mirando el reloj,
Pensando que un día todo podrá ser
Como siempre quiso, como nunca fue.
Pastillas de menta, el diario, el andén,
Un loco que grita sin Dios, sin amén,
Las puertas se abren, cierra el corazón,
Se suben las penas, baja la ilusión.

Los pasos contados, los pesos también,
Harto de estar harto, cerca del infarto quiere renacer
Con una palabra, tocando una piel,
Gritando te quiero, amando primero hasta enloquecer.

A las ocho y media miles como el
Digieren la bronca en las tripas de un tren
La miseria pasa arañando el vagón
Cuando la descubre como un resplandor.
Por esos ojazos y por esa piel
Se olvida de todo, quien fue y quien es.
La mujer se baja, a las 9 y diez
Y el va tras de ella, como debe ser.

Algunas palabras, un gesto tal vez,
Dos o tres mentiras y luego un café,
La duda, un silencio, el miedo y después
Las manos, un beso y si vos querés…
A la medianoche, en un pobre hotel
Se ríen de todo, de ella y de él.
Que la fantasía como la verdad
Son la cara y seca de la realidad.
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22. Y vos por ahí

Un día gris, pura luz de tan gris.
Un día gris va pasando por mí,
Miro el reflejo en el espejo,
Estoy tan solo y vos por ahí.

Tu boca rota, furia en mi nariz,
Sobre la mesa los rastros del fin,
Tus labios rojos, tus grandes ojos
Desde una foto se ríen de mí.

La tele brilla mostrando un país
Que multiplica la bronca por mil,
La gente muere y a mi me duele
Tu boca rota y vos por ahí.

Pasan las horas, no puedo dormir,
Por todas partes te siento reír,
Mi mente en llamas piensa en qué cama
Estás dejando tu olor a jazmín.

Alcohol y zapping, temblor y algún tic,
Por las paredes chorrea el spleen,
Cuánta tristeza en esta pieza,
Me estoy muriendo y vos por ahí,

Un día gris, pura luz de tan gris,
Un día gris va llegando a su fin,
Me voy y dejo en el espejo
Mi último grito y vos por ahí...

23. Elogio a mi catrera

Cuando el sol de la mañana alumbra el paso vacío
Del pobrerío y su hastío camino del matadero,
Yo me refugio catrera, en tu calor maternal
Sumando sueños que igual se me clavan en el cero.

Por las cosas que perdí yo no re culpo catrera,
Este cantor ya no espera y acá tirado me río
De la música de fondo que mi vida lleva puesta
Con le ruido a toda orquesta del estómago vacío.

Fue a la hora de la siesta que se piantó Catalina,
Su llanto, de la cocina, retumbó en el corredor,
Me dijo como un reproche y arrastrando la valija:
“Se te enredó en las cobijas tu sueño de gran cantor”

Testigo fuiste orgullosa de mis grandes performances,
Aunque ya viejo y sin chance mintiendo una noche espesa
Rompí el gallito del tiempo sobre la mesa de luz
Que empilchó siempre de azul por el frío de la pieza.

Cómo no voy a quererte si en vos calmaron mis viejos,
Tirando siempre parejos, su cansancio y su pasión,
Y ahora que me encuentro solo ofrecés para mi mal
El abrazo fraternal de tu respaldo marrón.

Sos el imán que retiene mi corazón de metal
Que está esperando el final en tus cachuzas maderas
Para pedir que se apiaden de este aprendiz de cantor
Y que me entierren con vos, mi inseparable catrera…

24. Sembrando el pánico

Señoras, señores, mi estilo es bien clásico,
Yo voy por la vida sembrando el pánico…

Asusto a las damas rozando su talle
Que piden en sueños para que algo falle.
Murmuran sus hijas…qué tipo grosero!
Colgadas del brazo de algún caballero.
Me río de todo, muestro las encías,
Aprietan sus bocas, secas y vacías.

Señoras, señores, mi estilo es bien clásico,
Yo voy por la vida sembrando el pánico…

Digo lo que pienso, me tratan de loco
Y cuando me callo me piden un poco.
Si cruzo primero aguantan codazos,
Se matan a golpes si les doy el paso.
Siempre reconcilio cuando me divorcio
Y cuando me junto dejan de ser socios.

Señoras, señores, mi estilo es bien clásico,
Yo voy por la vida sembrando el pánico…

Sacando mis cuentas se llenan de errores
Las calculadoras de los contadores.
Diseño mi casa, muere un arquitecto,
Arriba está abajo, afuera es adentro.
A los abogados los saco de quicio,
Siempre gano el caso cuando pierdo el juicio.

Señoras, señores, mi estilo es bien clásico,
Yo voy por la vida sembrando el pánico…

Se frustran conmigo chorro y policía,
No mato una mosca, no tengo alcancía.
Jefes y alcahuetes, curas, concejales,
Ricos y famosos, cabos, generales,
Apenas comprenden cuando forman fila
Que a mi marcapasos le quité las pilas.

Señoras, señores, mi estilo es bien clásico,
Yo voy por la vida sembrando el pánico…


25. Mi lección de anatomía

Ya no me hagas esperar, tengo todo preparado,
La cama, el arma, el arnés, la herida, el sueño, el bocado,
Y es que así como me ves, misterioso y desquiciado
Tengo ganas de saber cuánto soy de respetado.
A las diez es a las diez, no especules con mi estado.

Deberás ser muy puntual y traer tu cuerpo helado
Que derretiré tu escarcha con mi aliento y con mi enfado.
Nadie saldrá ganador, nadie saldrá lastimado,
Tu exótica languidez junto a mi ser cotidiano
Se darán la última cena sin héroes y sin villanos.

Con un verde pretencioso y un rojo desconsolado
Pintaré mi autorretrato sobre tu cuerpo soñado…
Mi lección de anatomía la daré por terminada
Cuando descubra la fórmula de tu materia sagrada…

La mesa ya está servida, la tormenta desatada
Y mi cuchillo esperando para cortarte las alas.
La lección de anatomía comenzará a tu llegada
Cuando te abras entera y te entregues desmayada.
Sin excusas esta vez, tendrás tu jaula dorada.

Guiarás mi mano experta, explicándote extasiada,
Tu carne viva dirá dónde quiere ser cortada,
Buscaré entre tus vísceras esa inocencia cansada
Y tocaré con mi alma la tuya, joven y sana,
La disección obsesiva de los trucos de una maga.

Con un verde pretencioso y un rojo desconsolado
Pintaré mi autorretrato sobre tu cuerpo soñado…
Mi lección de anatomía la daré por terminada
Cuando descubra la fórmula de tu materia sagrada…

Tu vida cabe tres veces en lo que fue mi pasado
Y los días que te restan marcan líneas en mi mano.
Apartaré corazón, matriz, memoria y acaso
La luz que irradia tu cuerpo redimirá este pecado
De alterar con mi presencia tus recuerdos más preciados.

A las diez es a las diez, en punto y en mi morada,
Seré rápido y preciso y no serás ultrajada,
Y a eso de la medianoche con tus heridas cerradas
Nos iremos por ahí, riéndonos a carcajadas,
Yo en poder de tu secreto, vos simple y despreocupada…

Con un verde pretencioso y un rojo desconsolado
Pintaré mi autorretrato sobre tu cuerpo soñado…
Mi lección de anatomía la daré por terminada
Cuando descubra la fórmula de tu materia sagrada…

26. Transcurrir

Siento la luz salvaje de otra fría mañana
Cuando me crucifica por esta soledad
Sobre la cama nuestra que navega y naufraga
En un mar de recuerdos y en el mismo lugar.

Me aferro a la coartada de quedarme tendido
En el centro del mundo para verlo girar,
Sin mover uno solo de mis músculos miro,
Sin importarme nada, solo estar por estar.

Los días aparentan ser al fin siempre el mismo
Transcurriendo obedientes a mis cambios de humor,
Mi tristeza sus lluvias, sus ocasos mi abismo
Y un solcito me entibia apenas pienso en vos.

Revuelvo en los cajones, me miro en el espejo,
Acomodo mis libros, escribo algo al azar,
Escucho un noticiero, se matan por reflejo,
Preparo arroz, hay vino, qué más puedo desear?

Me clavo nuevamente en mi cama y me dejo
Llevar por la penumbra al centro de tu amor.
La noche se desliza, me invade con su aroma
Y con aquella música lejana de tu voz.

Te espero como esperan las flores del desierto
A la pequeña lluvia para sobrevivir,
Guardando muy adentro la gota silenciosa
Que en tiempos de sequía me haga resistir.

27. Puntos de vista

De acuerdo al punto de vista es lógico que yo sea
Lo que la gente se crea y tal vez un poco más,
Total a mí me da igual, por abajo va mi vida,
Si me miran desde arriba y no me quieren ni un poco
Entre lo arisco y lo loco no soy fácil de llevar.

Para los vecinos soy peor que el que estaba antes,
Para tu amiga un farsante, un señor para mi abuela,
Para tus padres apenas lo poco que has conseguido
Un ángel como testigo, un juez como Lucifer,
Y con mis hijos la ley que burlan cuando desean.

Al fin que todo depende del cristal con que se mire,
Entre principios y fines todos tienen la razón
Aquí desde este rincón entre odios y entre amores,
Entre piedras y entre flores, lo falso y lo verdadero
Sólo sé que soy certero si te apunto al corazón.

Desde tu punto de vista de acuerdo a con quién estés
Tratarán de hacerte ver que soy cabeza o soy rabo,
Con tu madre soy un vago, con mis amigos un genio,
De tu corazón el dueño si te escribo una canción
Y seré tu perdición si sigo sin un centavo.

Aunque puedo ser a veces tanto el uno como el otro
De acuerdo a quién monte el potro y que whisky haya bebido
Con Hyde y Jeckyll metidos y a la rastra por la vida
En bajada o en subida a favor o en contramano
Nunca corto por lo sano, prefiero haberlo vivido.


28. Locura en gris

Hoy vuelvo para beber
El agua que tu sed
Secó en mi corazón.
Soy un fuego por arder,
Un signo en la pared
Que va borrando el sol.

Si tus ojos me descubren y me miran
El desierto de mi alma cobra vida...
Un latido mineral,
Un golpe, una señal,
En mi piel de arena y cal.

El invierno va dejando en ruinas
A una ciudad que ni respira,
Todo va cubriéndose de brumas,
Rojo el color de este dolor
Que mancha el gris de mi locura.
Sólo, entre miradas de costado,
Busco el perdón de mis pecados,
Busco una caricia, un resplandor
Que me haga saltar de esta prisión.

En la oscuridad total
Un viento desde el mar
Trae ecos de tu voz...
Quién en toda la ciudad
Podría descifrar
El signo que ahora soy...


29. Fin del juego

Estás ahí, como yo quiero,
La luz sutil que se demora en tu perfil
Bajo el sombrero.
Quedáte así, es como un juego,
Podés fingir si vos querés algo de amor
Mientras espero...

La noche trae un rumor
De llantos, gritos y ruegos
En la brisa que te envuelve,
Desnuda con tu sombrero.

Siento por última vez
Como se abre el deseo
En el filo que se esconde
En tu mirada de acero,
En tu mirada de acero...

Estás ahí, como yo quiero,
La luz sutil que se demora en tu perfil,
Bajo el sombrero.
Quedáte así, es como un juego,
Podés fingir, si vos querés, algo de amor
Mientras espero...

A la mañana descubro
Unas manchas y el sombrero,
Sobre las sábanas blancas,
Señalando el fin del juego.

Junto los restos de alcohol
Y brindo por tu recuerdo,
Asomado a la ventana
Me incendia un viento de fuego.

Miro a la gente que va
Perdiendo sus propios juegos,
Cierro los ojos, te pienso,
Y vuelo con tu sombrero,
Y vuelo con tu sombero...

Estás ahí, como yo quiero,
Podés fingir si vos querés algo de amor,
Es como un juego...



30. En plena caída

Quisieras huir de todos mis deseos,
Fundirte en el aire, cerrar esta herida,
El cielo cercano se rompe y estamos
Vos y yo, girando en plena caída…

Yo sé que ya es tarde, demasiado tarde,
No puedo engañarte con mis fantasías,
Ni inventar un gesto o una palabra
Capaz de imponerse y salvarnos la vida.

Mi garganta muere sin esa palabra,
Mi alma se arrincona como arrepentida,
Tu venganza crece y no te das cuenta
Que al caer arrastro los mejores días.

Podrías amar lo que puedo ser,
Te ofrezco mi alma, así, en carne viva,
Que te necesita para no morir
Aunque estemos juntos en plena caída.

Tal vez si pudiera hundirme en tus ojos
Y ahogar con un beso tu odio y tu agonía,
O empequeñecerme y volver como antes
A sentirme tuyo y sentirte mía.

Me cuesta creer que falte tan poco,
La luz de tus ojos se apaga vencida,
De aquello que fuimos quedará un murmullo
Un pulso obstinado, dos cosas vacías...


31. Huellas rojas

No recuerdo ni tu forma de mirar,
Tanto tiempo ha pasado...
Cuántos ojos, cuántas voces, cuántas manos
Soñaré para traerte, un poco más...

Mientras… salgo y me enredo en la ciudad
Van mordiendo mi memoria rincones de esa historia,
Un olor, un gesto, un brillo,
Y un suspiro en el umbral.

Busco tu mirada en los demás
Para poder recuperar aquel momento del final,
Y una culpa que destruye mis razones
Va rogándole a tu voz que me perdone.
Busco tu aire triste y respirar
Esa manera de no estar
Por esta noche nada más,
Pero tu hueco va espesando mi dolor,
Mi sangre corre en tu dirección.

Por las calles voy perdiendo el corazón,
Huellas rojas me delatan
Y al quedar atrás dan vida y matan,
En un solo de latidos tanto dolor.

La mañana se abalanza, y con el sol
Soy tu hueco en la espesura
De mi alma, soy los rastros de amargura
Que quedaron en tus manos y en mi voz.

32. Aquel cantor enamorado

Puede uno volver el tiempo atrás?
Puede acaso entrar en ese estado
Donde uno se cree tan inmortal
Como el amor recién amado...?

Puede adivinarse si me ven
Aquí, sentado y esperando,
Cuánta soledad y cuánta insensatez
Dejaron en mi rostro esta vejez...

Yo puedo volver el tiempo atrás
Si te canto a vos y a nadie más...

Y entonces vuelvo a recordar
Aquella noche y aquel vals
Que te canté mientras bailabas con tu amado,
Cuando giraba alrededor
De tu inocencia y tu pudor
El carnaval de nuestros días más soñados.
Yo descubrí en ese vals
Oculto tu dolor, debajo del disfraz, agazapado.
Tus ojos llenos de ansiedad
Que no pudieron evitar
Un llanto extraño, inexplicable, sin razón.

Y en esa noche, vos sabés,
Tuvimos todo por hacer,
Y no pudimos, no quisimos o no sé...

Yo te canto a vos y a nadie más,
Aunque a tantas mire y les entregue
Toda mi emoción, mi pobre voz,
Y un tango triste que te niegue.

Mi última canción es para vos,
Soy aquel cantor enamorado
Que te hizo pensar que a veces el amor
Es trampa en la que muere el corazón...

Yo puedo volver el tiempo atrás
Si te canto a vos y a nadie más…


33. A través

Suelo ver el mundo con su peso y su medida,
Su color, su forma, su valor, sin fantasías.
Vos mirás
A través
Cómo hacés?
Decíme cómo hacés, quiero saber...

Y entonces somos dos y somos nada, corazón,
Reflejos de un reflejo, la mitad de la razón,
La lluvia que cayó agranda mi dolor
Y brilla para vos en el balcón.

Los ruidos de la calle y la gente en soledad
Son música escondida y un ballet que viene y va,
Mis ojos y mi plan, tus ojos y el azar
Descubren como pueden su verdad.

Vos me hacés mirar las cosas simples de la vida
Por alzar la copa de mi ser siempre vacía.
Vos creés
Que podés
Qué sabés?
Si apenas conocés mi decepción...

34. Sol de otoño

Con su bastón
Pasea por el patio y el sol
El débil sol de otoño al caer
Lo pone aún más triste y la ve...

...Siempre la ve,
Tan cerca y tan distante a la vez,
Su vieja compañera, tan fiel,
Su más sincero amor.

Cuesta comprender
como se escapa entre las manos, sin querer,
Día tras día y poco a poco, piensa él,
La juventud, la fe, los sueños y el amor...
Y esta vida que
Dura y hermosa he pasado junto a él,
Piensa la mujer,
La llevo puesta en cada surco de mi piel.
Y eso son los dos,
La mezcla exacta entre el deseo y la razón,
Los mismos sueños ya soñados y un dolor
Que cuando les duele ya pasó.

Desde el balcón
Lo observa adivinando su humor,
Mirando la hojarasca caer,
Renegando quién sabe por qué.

En un rincón,
Marcadas en la blanca pared,
Las líneas que dejaba al crecer
La vida que se fue.


35. Dentro de un tiempo

Te amé tanto diré dentro de un tiempo,
Imagino cuando y donde sin error,
Será apenas un instante blando y bronce,
Con la lluvia dorándose en el sol.

Cuando cambien los rasgos de mi cara,
Cuando solo, desafine esta canción,
Una imagen saltará muy dentro mío
Sin aviso, arañándome la voz.

Rueda el cardo de mi voz, se enreda en tu ropa olvidada
Y queda manojo de tos, temblando en la noche, marcada.

Te busca blanqueada de alcohol, te encuentra y se mete en tu cama,
Te lame tragando el sudor cortado en tu cuerpo de espada.

De pronto se va con el sol la furia de la madrugada,
Qué grande será nuestro amor apenas termine en nada.

Entonces serás un dolor y luego el golpe que sana,
Se pierde tu rastro y estoy tan quieto, tan solo, sin ganas…

Me preparo a quedarme sin memoria,
Como siempre lo que fue será mejor,
Cambiaré las mil noches de tu ausencia
Por la tarde en la que vuelvas, sin rencor.

Te amé tanto diré dentro de un tiempo,
Imagino cuando y donde sin error,
Tu pequeño cuerpo en cruz en la ventana
Y estrellados contra el frío vos y yo.

36. Siete veces

El ruido del motor que lo adormece,
La cinta del asfalto, gris, constante,
El brillo de ese sol que lo enceguece,
Las manos aferradas al volante.

La mente en blanco todo lo resume,
La boca muerta en whisky y en tabaco,
Sube de pronto un último perfume
Que ella dejó en el hombro de su saco.

Su cuerpo en el baúl ya no se queja,
Sus ojos y su boca ya no engañan,
Se le da por pensar mientras se aleja
De aquellos viejos tiempos que se empañan.

La carretera lo lleva
Por un camino sin fin,
A un hombre que ya no espera
De qué le sirve elegir?
Su suerte está decidida,
Cualquier sitio le da igual,
La llegada, la partida,
El principio o el final.

El viento crea demonios del desierto,
La frente gacha, el pie sobre la pala,
Hay un hueco que se llena con un cuerpo,
Hay un cuerpo que se ahueca en cada bala.

Cuando la noche cae sobre su estampa,
Alguien que no es él decide irse,
Para escapar día tras día de esa trampa,
Para llegar a ningún lado y despedirse.

Como una cruz deshecha y derrumbada,
Queda el montón de nada, siete veces
El espejo le devuelve la mirada,
Acelera y sin pensar, desaparece.

37. Casa de muñecas

Yo me voy pero ahora vuelvo,
No te enojés si te dejo con lo puesto,
Reconocé que sos poco más que esto,
Lo que te doy
Sin elección,
Lo que te doy...

Yo me voy pero ahora vuelvo,
Te dejaré emociones de juguete
Sin estrenar porque sólo quiero verte con
Lo que te doy
Sin elección,
Lo que te doy...

Te ensucio, te baño, te acuesto, te arropo,
Te mimo, te aloco y te cuento un cuento
Donde sos libre porque te miento
Y soñás que te vas
Pero ahí nomás...

Te aliento, te reto, te mato y te sano,
Te como, te lamo y te cuento un cuento
Donde sos otra, sólo un invento
Y soñás que te vas,
Pero ahí nomás,
Pero ahí nomás...

Sólo sé que necesito
Jugar con vos en mi casa de muñecas
Y controlar desde un rincón como se seca
Tu corazón
Como una flor
Tu corazón...

Mi placer es manejarte,
Quebrar tus pies y tus articulaciones
Para cambiar de posición tus emociones,
Te quiero armar
Para jugar,
Para qué más...?


38. Tócala de nuevo

Camino por las marcas que dejan mis fracasos,
Buscando en algún trazo la oculta explicación,
Las huellas de la nada, como si fueran de otra…
Ya es tarde y no me importa, lo que pasó, pasó…

Los hombres ya se han ido pagando por mi oferta
Y quedo como muerta en medio del salón,
Me acerco hasta tu piano y como todas las noches
Sos testigo del derroche de mi pobre corazón.

Soy una gata caliente
Sobre el teclado
De tu piano inclinado,
Me deslizo ronroneando
Por tus manos hacia vos,
Hoy es la noche perfecta,
Una curva de mil rectas,
La salida más directa
Mientras dure esta canción.
Tócala de nuevo,
Nunca acabes mi pequeño,
Aunque sea sólo un sueño
Falta mucho para el sol.

El humo de mi boca se enreda con las notas
Quemando la derrota el fuego de mi voz,
Hoy hago lo que puedo y por eso estoy tan triste,
Este cuerpo sólo existe si se entrega por amor.

Goteo sobre el nácar, lo quemo y lo traspaso,
Lo mío es el ocaso de una improvisación.
Absurdas variaciones de aquella melodía
Lejana de una vida en clave rota de amor.


39. Esa mujer invisible

Ya es hora de verla pasar,
Todo se mueve alrededor
Lento, muy lento, sin razón,
La lluvia sobre el rostro gris
Que le despinta sin piedad
El maquillaje, el corazón,
Día tras día.

Quién es la mujer del callejón,
De dónde viene esa canción
Que se le mete por la piel
Y le recuerda en el alcohol
Que fue con él, sólo con él
Que conoció lo que es sentirse
Algo querida.

Es hermosa esa mujer
Cuando se siente invisible,
Una mirada imposible
La traspasa y la degrada
Como a una rosa ignorada
A un instante de morir.

Cae, moja su alma de cartón,
Y se revuelca en un montón
De rabia, pena y frustración,
Y se ahoga cuando dice sí,
Jamás un no, es siempre sí
Que sin pensar va repitiendo
Si la miran.

Va y aprieta contra el corazón
Lo casi nada que quedó,
Un pañuelito con su olor
Y un anillito de marfil,
Y anda a los tumbos por ahí
Para calmar quién sabe dónde
Su agonía.

40. Bahía de barro

A veces la pena la toma del brazo
Y la lleva a perderse en los muelles de White,
El hombre la mira pasar y ese paso
Se parece tanto a su forma de andar.

Para ella no existe el pulsito verdadero,
Ni le beso ni el roce de una piel con sal,
Arriba del barco él es todo eso,
Su cuerpo brillando en los muelles de White.

El viento amontona un día tras otro,
Constante, certero, marcando el compás,
La sal en las venas, la tierra en los ojos
Del hombre que espera volverla a encontrar.

El domingo cruza mordiendo la tarde
Y él en una pieza duerme la ansiedad,
Se escuchan muy lejos las voces que arden
Gritando los goles desde el boulevard.

Pero ella no sabe que alguien la desea
Y su rostro ajado y sus ganas de amar
Se ven reflejados en una pantalla
Rastreando las huellas de un amor virtual.

El tiempo deshace al hombre que sueña
Que la pena vuelva a traerla por White
Y tocar su cuerpo, que vibre y se encienda
En un fuego lento, imperfecto, real.

Y ahí está parado, esperando en su barco
La marea exacta que viene y se va
Dejándolo en una bahía de barro
Y a ella navegando en su propio mar.


41. Mar de la melancolía

Es de arena movediza, mentirosa, agazapada,
Que me traga con la prisa de quien nunca está saciada.

Yo conozco sus secretos, su lenguaje más obsceno,
Su violencia contenida, su mordida y su veneno.

Es de todos y de nadie pero mía por buscada,
Quién no quiso redimir a la puta más deseada..?

Mar de sueños y deseos,
De tumba y resurrecciones,
Mar de la melancolía,
Mar de luchas y de amores.
Una ciudad sentenciada
A cumplir con la condena
De lucir sonrisa eterna
Aunque se muera de pena.

Capa y capa sobre capa maquillan tu malasaña,
Óxido, sal y pereza mordiéndote las entrañas.

Cuando quedamos a solas enfrentados cara a cara
Te descubro consumida y me mirás extrañada.

Entonces, torvo y ausente piso tu arena olvidada
Y me tragás nuevamente, tan bella y desamparada.


42. Ella se va

Ella se va y oscurece en esta casa sin hijos,
Ella se va y despedaza como el amor cuando pasa.
Será ese brillo en sus ojos lo que recuerde mañana,
Ese detalle escondido en la tarde sin sonidos,
Un silencio doloroso sin un golpe ni un suspiro,
Un silencio miserable, un silencio vengativo.

Ella se va y no merece este dolor desbordado,
Ella se va y me parece que nunca estuvo a mi lado.
En unas horas no más volveré a ser un farsante
Y elegiré a otra mujer si me elige en ese instante,
Que se reirá hasta caer con historias inventadas
Y la engañaré sabiendo que finge ser engañada.

Pero ahora estoy aquí atrapado por su ausencia,
Por las cosas que dejó, su estrategia de inocencia.
Ella se va y yo me quedo mirando por la ventana
Con la botella en mi izquierda y la derecha apretada.
Ella se va y no merece este dolor desbordado,
Ella se va y me parece que nunca estuvo a mi lado.


43. Viejo amigo

Yo sé bien que te molesta, viejo amigo,
Perdonáme en esta noche la osadía
De cargar sobre tus penas otras penas
Y sanar sobre las tuyas mis heridas.

La vejez que ya ha atacado tus zapatos,
Tus palabras, tus recuerdos, tus encías,
Me confiesa en el silencio de tus años
Que una chance me queda todavía.

Cómo hago, viejo amigo, cómo hago,
Cómo salgo del enredo de mi vida?
Por qué sigo repitiendo estos errores,
Por qué sigo arrastrando esta manía
De perder lo que más quiero y me pregunto
Si esa chance está esperando todavía,
Cómo hago, viejo amigo, cómo hago?
Cómo paro de soñar esta caída?

Con mi voz en tu memoria, viejo amigo,
Te doy todo lo que tengo, aunque te rías,
Y me pierdo por ahí de madrugadas
Tras la chance que me queda todavía.

Me mirás cuando me voy y al alejarme
Sé que ves al que vos fuiste entre neblinas,
Y pensás que tus caídas no me sirven,
Que tendré que levantarme por las mías…


44. La próxima

El humo del cigarrillo va dibujando entre sombras
El plano de una mujer, el deseo que la nombra.
A imagen y semejanza de la nada, de la espera,
Voy armando con recuerdos la próxima verdadera.

Se sientan en un rincón las piernas de la Cristina,
Los bellos pies de Mercedes, las nalgas de Catalina.
Sobre la mesa de luz miran los ojos de Esther
Que reflejaron entonces lo que estaba por perder.

Las manos de Rosalía me acarician con ternura
Mientras elijo con calma el resto de la criatura.
Los pechos de la Mabel y la boca de Marcela,
El cabello de Isabel, el perfume de la Estela.

La próxima vendrá sin preguntar por qué.
La próxima caerá deseando caer.
La próxima tendrá derecho y a través.
La próxima sabrá lo que nunca conté.
La próxima dirá: "Mi amor, si vos querés..."
La próxima verá lo que no puede ver.
La próxima se irá para después volver.
La próxima será como debe ser...

Brazos, nariz y mentón y pancita de Anaclara,
La voz oscura de Cármen, el sexo mortal de Sara.
Tendrá además siete entradas con siete ocultas salidas
Para que nadie me encuentre cuando me pierda en su vida.

Ella llenará sus pechos con mi whisky preferido
Y habrá café con cenizas por si yo pierdo el sentido.
Me ofrecerá su meñique para rascarme la oreja,
Su pulgar para culparme, su índice por mis quejas.

La llevaré de paseo mostrándole un mundo nuevo,
Será a la vez una reina y una esclava en este juego
Y cuando esté en pie de guerra ella sabrá que al besarme
Caeré rendido a sus manos nada más que por salvarme…

45. Casi como amar

Vagando por ahí sin rumbo y al azar,
Pensando en declarar la guerra contra mí,
Enfrento la verdad, no sé vivir en paz,
De golpe comprendí que pierdo por ganar.

La luz que llega a mí me engaña una vez más,
La estrella que la da ha muerto en un festín
De noches tan atrás... lo bello por fugaz
Se pierde en un desliz, es casi como amar...

Puede que al fin la verguenza
De mi propia rendición sea tan lenta
Que al final de cuentas
Se me dé por olvidar este dolor.
Siento que pierdo la vida
Acribillado mi amor en pleno día,
Balas perdidas
Que encontraron al final mi corazón.

Descubro la matriz oculta de mi azar,
El mapa más real de golpe y cicatriz
Que suelo caminar sabiendo que al fallar
Se logra siempre el fin de volver a empezar.

Fue poco lo que di, tenía para dar,
Y en vez de derrochar, conté, pesé y medí,
Tal vez sea verdad, lo bello por fugaz
Se pierde en un desliz, es casi como amar...

El origen de mi tragedia o apuntes para el monólogo de Catalina


Catalina y yo pertenecíamos a mundos diferentes. Nada de que éramos las famosas medias naranjas, ni los complementos necesarios e imprescindibles, ni cóncavos y convexos o cualquiera de esas tonterías. No señor. Sencillamente nuestros relojes emocionales funcionaban a destiempo y no era cuestión de saber quién atrasaba o adelantaba. Al principio el amor que sentíamos el uno por el otro nos hacía ponernos en hora a cada momento para, al menos, coincidir físicamente en la cama o en alguna esquina pero la cosa se complicaba cada día más hasta que, ya desesperanzado y abatido, tuve una revelación: simplemente estábamos en diferentes husos horarios.
Ese y no otro era el secreto.
El dolor le dio paso a la calma y lo inevitable, si no sana, al menos resigna.
Si, como pensaba Federico Nietzstche, la humanidad puede dividirse entre apolíneos y dionisíacos, nosotros, Catalina y yo, éramos River-Boca, Ford-Chevrolet, Express-Criollitas, Don Satur-9 de oro, Donald-Mickey, el oriental sexo tántrico-el bonaerense toque a la patrona, carnaval de Río-carnaval de Venecia.
Yo prefiero el de Venecia. El exceso de alegría me desacomoda la estructura molecular. Recuerdo nuestras primeras discusiones. Ella militaba en un partido político y venía enardecida de las marchas vaya a saber con quién o quiénes gritando algo así como: No lograrán quitarnos la alegría!
Cuando me preguntaba si yo no pensaba hacer nada al respecto le respondía desde la cama que ese tema me tenía sin cuidado ya que difícilmente podrían quitármela cuando nunca la llevaba encima.
Me pregunto ahora dónde residen exactamente los ocultos motivos que provocan estas irreconciliables visiones de la vida.
Existen elementos genéticos y culturales que lentamente nos van diferenciando a unos de otros, pero creo humildemente que el momento crucial en nuestras vidas donde se decide para qué lado pateás el resto del partido se provoca cuando, por distintas razones, te mandan a la escuela a la tarde o a la mañana. (Yo iba a la noche de modo que formo parte de la llamada tercera posición histórica). Esto hace por ejemplo que ya de pibes, en las kermeses del barrio, tengamos cierta tendencia a las carreras de embolsados o al palo enjabonado, juegos que identifican las dos psiques y los dos tipos antropológicos básicos que diferencian y dividen a los argentinos.
Por las razones que sean, nuestra brutal y absoluta imposibilidad de compartir con Catalina una visión siquiera similar del mundo se expresaba en una contradicción fundamental: Cajones versus repisas.
Es decir, los adoradores de los cajones por un lado, como yo y los adoradores de las repisas por el otro, como ella.
Yo soñaba con mi humilde piecita vestida de masculinos y silenciosos cajones.
Uno se convierte en una especie de pequeño dios de los objetos cuando les da o les quita vida al abrir o al cerrar un cajón.
En cambio las repisas degradan sus valores intrínsecos exponiéndolos innecesariamente a las crueles y estúpidas miradas perdidas.
Un cuchillo unta sobre una repisa y mata en un cajón.
Podría decir que los cajones son como una milonga surera y las repisas como una tarantela.
Encima ella, Catalina, hacía un ¨culto de la amistad¨ de modo que recibía de sus amigos y amigas una obscena cantidad de extraños muñecos de peluche y de pequeños y horribles objetos de cerámica, papel maché, felpa rellena de arena y otros nobles materiales con pequeños carteles con leyendas del tipo: ¨Gracias por ser como sos¨, o ¨Lo esencial es invisible a los ojos¨, que colocaba, por supuesto, sobre sus amadas repisas. Lo extraño era que ella podía sostener la invisibilidad de lo esencial al mismo tiempo y con el mismo ardor con el que me reprochaba, cuando me veía atacando una amable picadita con vermú, que ¨uno es lo que come¨.

A pesar de todo, nos amábamos y, como jóvenes que éramos, omnipotentes, altaneros y creyendo que podríamos con nosotros mismos en contra de nuestra propia naturaleza, nos fuimos a vivir juntos a una pequeña piecita mistonga en una pensión de la calle Soler, a metros de la estación de trenes.
Pocos muebles. Una mesa, dos sillas, un ropero, una cama y un primus.
El baño era común para todos los inquilinos y quedaba al fondo del patio por una galería como a cuarenta metros de nuestra pieza, aunque éramos los felices propietarios de una pequeña bacinilla, esmaltada de blanco, preciosa, con unas delicadas rositas rococó marrones que nos sacaba del apuro.
Eso sí, las paredes estaban colmadas de repisas.
A pesar de todo, allí fuimos felices mientras el tiempo pasaba y ninguno de los dos ponía mayores obstáculos a su lento transcurrir.
Una noche de verano en la que hacía un calor que se caían los pajaritos, yo llego reventado de la calle después de estar todo el día dale que te dale, meta y ponga… en el bar… con los muchachos… para tirarme al fin en la catrera a gozar del merecido reposo del guerrero y del compañero ocio creador, cuando veo que ella se me acerca, tímidamente, frotándose las manos en el delantal y me dice:
- Negro…puedo ir a tomar el fresco a la vereda?
- Pero claro mujer…andá…, le dije.
La desaté y se fue.
No volvió más.
Después me enteré que el fresco al que ella se refería era Ramón Fresco, el ferretero de la vuelta, al que yo le compraba las putas repisas.
Yo ya me la veía venir porque los últimos días andaba media rara, como perdida, así que no me afectó demasiado, pero lo que me lastimó fue su innecesaria ironía.
Una desagradecida.
Además, yo al ñato lo tenía porque había tomado alguna que otra clase conmigo en la sociedad de fomento del barrio, donde soy profesor de interpretación, control de la gestualidad y comprensión de la onomatopeya en el tango.
Me voy a ir de tema pero… cómo le costaba entender al Fresco este! Por Dios!
Encima que desafinaba como loco parecía que cantaba tangos para sordomudos apoyando con gestos cada cosa que decía la letra. Una vez llegó al extremo de hacer el típico gesto de “un pedazo así¨ separando su pulgar y su índice derechos y haciéndolo girar sobre el pulgar en su palma izquierda extendida como marcando un círculo imaginario en la parte esa de Malevaje cuando dice “con tu compás alegre y sensual”.
Imagínense.
Yo le explicaba que si el alma humana tuviese forma sería una cosa más o menos del tamaño y del color de una camiseta cuando te la sacás a la mañana, la estrujas y la tirás sobre la cama. Eso que quedó allí, informe, blancuzco y tibio es lo más parecido al alma que hay. Ahora bien, si uno pudiese estrujar ese alma, seguramente emitiría un sonido como el que hacen algunos cantores sobretodo antes de finalizar la última frase de un tango. Suena algo así como cuando te pegan una trompada en los pulmones.
Es un… haánnn!!
Por ejemplo… ¨pero estás vos viola mía…hasta que…haánnn!... me vaya yo…!¨.
Me comprenden?
Es una expresión que detesto muy utilizada por los viejos cantores de tango, pero reconozco que en ciertas circunstancias les queda bien y hasta parece auténtica. Además está en mi programa de estudios y tengo la obligación de enseñarla. Lo que sí, funciona solamente en los tangos. Es más, podría decirse que uno puede meterla en cualquier parte de la canción si no fuera porque ya una vez es más que suficiente. De ninguna manera se debe utilizar este recurso en un bolero a no ser que se quiera expresamente hacer el ridículo y pasar por un idiota.
Pero no había acaso. El hombre era un negado.
Se empeñaba en hacer un haánnn! cada cuatro palabras y en vez de cantar un tango parecía que estaba empujando una camioneta.
Y pensar que por ese tipo me dejó Catalina…
No era ni más pintón que yo, ni más inteligente, ni más culto, ni más sensible y ni siquiera la quería más que yo, de eso estoy seguro.
Eso sí…el tipo laburaba…

Cuántos recuerdos!
Me decía… ay negro! si tuviéramos un auto…
Y para qué querés un auto si así estamos al pelo, le decía yo. Adónde hay que ir?
Y bueno… no se… los domingos a la tarde podríamos ir a la costa, a tomar mate con facturas y mirar cómo pasa la gente…
Lo suyo era adrenalina pura…
Tanto jodió con el tema que un domingo le di el gusto.
La invité a tomar mate con facturas a la costa, en colectivo. Para empezar nos equivocamos de línea y fuimos a parar al barrio del hospital Regional.
Encima estaba repleto y tuvimos que sentarnos separados, ella en el asiento de atrás del chófer y yo al fondo entre dos tipos que venían de filetear y cargaban cada uno con dos enormes bolsas llenas de pescado.
Ella me hacía pasar el mate y las facturas a través de los pasajeros en una solidaria cadena de manos obreras y así, despacito, como quien no quiere la cosa y recorriendo los románticos suburbios de la ciudad, nos bajamos el termo y dos docenas de facturas a pesar de un par de vivos que, aprovechando el amontonamiento, se comían la crema pastelera y el dulce de membrillo.
Pero, como siempre, le di el gusto, como con las repisas.
Y es que yo vivía para ella.

Cuando la conocí me dijo,
- A mi me gusta todo lo oriental.
- A mi también!- le respondí, entusiasmado - Zitarrosa, Onetti, Torres García, el Enzo Francéscoli…
- No negro, no. Lo oriental… la filosofía y el arte de oriente… me compréndés?
Nombró a Confucio, los haiku, el rakú, el feng sui, el jiu-jitsu y el mao tse tung...qué se yo...
Claro, se estaba complicando la cosa.
Practicaba yoga.
Un día se le puso que yo también tenía que hacer yoga.
Pero negrita, le dije, la única forma que yo adopte esas posiciones corporales es que me atropelle un automóvil y me deje así, tirado en el pavimento…
Y se reía mientras cruzaba una de sus piernas por detrás del cuello y con la otra me cebaba un mate.

Como les dije, pertenecíamos a mundos diferentes.
A ella le gustaba lo rústico.
Y yo me pregunto: qué vendría a ser lo rústico?
Yo siempre pensé que lo rústico era algo que estaba mal hecho o en todo caso algo en proceso de realizarse o completarse. Algo que aún no ha adquirido su forma definitiva.
Un pedazo de árbol es rústico. O un cacho de piedra puede ser rústico o un montón de barro o un trozo de fierro o qué se yo… pero algo hecho por el hombre como una silla o una mesa, terminado, en su estado final, nunca, jamás puede ser rústico.
Quiero decir que para fabricar una silla uno parte de un rústico pedazo de madera y si se cumplen con todos los pasos necesarios para dicha tarea, cortando, encastrando, lijando, y pintando, indefectiblemente ese objeto va abandonando su natural estado de rusticidad para adoptar lentamente su artificial y logrado fin. Un objeto bien hecho.
Feo, lindo o muy bello. Grande, mediano o pequeño, caro o barato, moderno, antiguo, cómodo o incómodo y a cuyo estilo uno puede darle mil nombres pero al fin y al cabo con su nombre de pila intrínseco. Silla. Mesa. Anillo. Ánfora.
Por supuesto, terminamos comprando unas rústicas sillas que se empeñaban en balancearse crujiendo y clavándose en mis costillas y en mis nalgas y una rústica mesa circular hecha con una enorme rodaja de tronco agujereada por todos lados por donde se caían o resbalaban dando tumbos los platos, el cenicero, la olla y el pan y en donde era imposible apoyar un simple vaso de vino sin que se te viniera encima.

Reconozco que de vez en cuando la fajaba pero no van a pensar que era cosa de todos los días…
Sólo de vez en cuando y estrictamente lo necesario. Digamos unas dos o tres veces por semana.
Recuerdo nuestra primera vez. La primera vez que la fajé digo…
Me estaba esperando en la pieza con una maravillosa sorpresa: mi comida favorita: Pastel de papas!
Increíble… ustedes se imaginan el trabajo que cuesta hacer un pastel de papas en un primus? La cuestión es que allí estaba ella, arrodilladita sobre el piso de portland alisada dibujando con el tenedor un perfecto entramado sobre la superficie del pastel y luego, el toque final: el queso espolvoreado y el gratinado con el soplete y la garrafa que le había pedido al Colorado Belén que era plomero y vivía en la piecita del fondo, al lado del baño.
Se me piantó un lagrimón. Le acaricié el rodete y les juro que se me cruzó el rostro de mi viejita por la mente.
Me dijo: sentáte que también te compré un vinito. Encendió una vela, llenó dos vasos y brindamos por nosotros.
Impresionante. La vida suele ser perfecta, muchachos.
Pero cuando hundió la cuchara en la fuente y me sirvió, todo se puso rojo…no me lo van a poder creer pero… a qué no se imaginan lo que le había puesto al maldito pastel de papas…eh? qué le había puesto?
Pasas de uva le había puesto!
Así como lo oyen! Pasas de uva!
Y eso sí que no lo pude tolerar! Me transformé! Me volví como loco, y ese hombre ya no era yo…
Ahí nomás la cacé del rodete y a los cachetazos limpios la arrastré por toda la pieza, más decepcionado que furioso gritándole que no me podía hacer algo así, que después de todo lo que yo había hecho por ella, si hasta laburo le había conseguido, no me merecía ese desprecio y esa desconsideración. Me dolió más a mí que a ella pero entiendan que no podía pasar por alto semejante afrenta, semejante falta a las más mínimas reglas de convivencia…
Y mejor no sigo porque no es de hombres entrar en detalles con estas cosas…
Por lo demás siempre tuvimos una muy buena relación de pareja y si se quejaba de algo era de llena.


Todavía no logro comprender que fue lo que nos pasó.
Me fui unos días a vivir a la casa de un amigo. No quería estar allí, solo, aguantando las expresiones de burla de esos malditos asexuados muñecos de peluche. Mi tragedia no merecía ese coro berreta de cerámica pintada. Cuando volví, la pieza estaba vacía. Solo había dejado la cama y mi guitarra. Así está bien, es suficiente, pensé.
A pesar de que se había llevado mis libros, seguramente por equivocación, le agradecí a Dios y me dormí una siesta salvaje, como hacía años no lo hacía.

Pasaron meses sin verla, como si se la hubiese tragado la tierra.
Un sábado a la tarde, mientras vagaba por ahí, los vi a través de las vidrieras empañadas de una moderna mueblería. Eran ellos. Catalina y el ferretero con berretín de cantor, eligiendo los muebles para su nido de amor. Mirá vos cómo cambian las cosas, pensé. Conmigo te gustaba lo rústico y ahora se te da por el laqueado, las volutas y el patinado… es decir, antes te gustaban la casi silla y la casi mesa y ahora te gustan la demasiada silla y la demasiada mesa. No, si a vos no había poronga que te calzara Catalina…

Una mañana, al llegar a la pieza, me encuentro con una nota suya que había pasado por debajo de la puerta.
Decía: ¨Podés pasar a buscar tus libros” y una dirección. La otra punta de la ciudad.
Podría habérmelos dejado en la pensión como lo hizo con la nota, pensé. Qué querría en realidad?

Fui.
Era un chalet con piedras lajas, ladrillos vista, listones de madera machiembrada, ciertas zonas como de vidrio molido y dos columnas jónicas que sostenían un techo de tejas españolas y francesas cuya superficie a la vista superaba en mucho a la del mismo frente. Al costado, un enorme león de yeso hacía guardia. Muy impresionante.
Toqué el timbre y al rato apareció ella.
Me hizo pasar. Al parecer estaba sola.
Al entrar a la casa todo me quedó muy claro, por si hacía falta.
Gran living, mucha pátina, mucha laca, mucho gallo de cerámica, mucho volado y al fondo de todo, una barra de algarrobo donde no había ni whisky, ni vodka, ni ginebra, ni coñac ni nada de simple y buen alcohol. Solo licor de café y de kiwi, mucha menta, mucha piña colada y decenas de botellas de Tía María. Revelador.
A un costado, en una pequeña biblioteca de caña…laqueada por supuesto, apretados entre sus soberbios y risueños libros de autoayuda, se podían ver mis humildes, áridos y silenciosos libros de autodestrucción.
No nos hablamos. Ninguno pidió explicaciones. No las había. Metió mis libros en una caja y me los entregó. Me quedé ahí parado, esperando quién sabe qué hasta que al fin le dije bueno, chau Catalina y encaré para la puerta. Me abrió, dijo cuidáte y me fui.
Crucé la calle y al llegar a la vereda de en frente me di vuelta para mirarla, si es que aún permanecía allí. Ella estaba apoyada en una de las columnas acariciando la melena de yeso del león y sonreía. Sonreía y miraba al cielo.

No la vi nunca más.
Me contaron por ahí que al tiempo se fueron a vivir a Miami.
No lo sé ni me importa.
Yo sigo con mi vida, tranquilo, cantando un único, interminable tango que la niega.

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Moscas


A las moscas, negras moscas, divertidas
Soberanas del hedor y el desperdicio,
Fastidiosas compañeras de la vida,
Anfitrionas convidadas de mis vicios.

Las invito a caminar sobre mi frente,
A escarbar en el sudor de mi paciencia,
A bailar sobre mis ojos y al banquete
De los restos que deja mi violencia.

Criaturas del delirio más profundo
Son a veces tan reales como un tiro.
Las tolero como son, casi sin quejas.

Cuando estoy por salirme de este mundo
Las desmayo sin rencor, con un suspiro
Y las mato arqueando una de mis cejas.

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Una cita


Ansioso, enciendo la televisión y comienzo un violento zapping sólo para hacer tiempo hasta las 22. Setenta y ocho canales en cincuenta segundos. Varias veces. Ida y vuelta. Faltan unos diez minutos para el comienzo del partido de básquet. Esta noche juega el equipo de mi ciudad y en realidad me tiene sin cuidado. Sólo me interesa cuando lo hacen de locales y no por un motivo estrictamente deportivo. Me detengo en una oscura película donde alguien está arrojando por la escalera a una vieja en silla de ruedas y antes de que la pobre termine su recorrido estrellada contra el piso, afortunadamente salto a una gresca descomunal entre sabe Dios quienes contra quienes. Allí me quedo. Eso está muy bien. Tornados, huracanes, inundaciones y grescas de cualquier tipo son mis debilidades televisivas.
Está por comenzar el partido. El estadio está colmado de gente y en los paneos sobre las tribunas trato de distinguir alguna cara conocida, después de tantos años de haber huido de ese sitio.
Estoy bien preparado hoy. Le pedí a mi vecino del piso de abajo su videograbadora y esta noche no se me escapará esa mujer.
La imagen muestra la charla técnica del entrenador local a sus jugadores. En último plano aparecen un grupo de simpatizantes, charlando, comiendo, saludando. Allí está otra vez. Es ella, no hay dudas. Como siempre, está sentada en la primera fila justo detrás del banco de suplentes. Una gran ubicación. Comienza el partido. Una de las cámaras la toma fugazmente cada vez que alguna acción se desarrolla en ese sector del campo de juego. En la penumbra de mi habitación los hombrecitos de colores van de derecha a izquierda y luego, bruscamente en sentido contrario. Saltan, caen, se enredan, corren, se estiran, lanzan, gritan, permanecen quietos un momento y vuelven a empezar. El partido es intenso y emocionante. Me aburre mortalmente. Cuando algunos de los técnicos pide minuto para detener el encuentro y dar sus indicaciones, los jugadores se dirigen al banco seguidos por las cámaras de televisión y aparece ella, radiante, feliz por el resultado o a veces, la he visto, preocupada y tan triste. Dos hombres la acompañan siempre. Me pregunto cuál de ellos será su marido.
Pienso que si su marido es el que está a su derecha pudo haber logrado ser más o menos feliz. Parece un buen hombre, paciente y de buen carácter. Se involucra en el juego pero en realidad está pendiente de ella. Se le nota un sereno orgullo por esa mujer. En cambio si su marido es el pelado que está a su izquierda su vida es un verdadero infierno. Por lo que puedo distinguir, este sujeto, como el otro, también tiene éxito en su profesión o lo que sea que hagan, pero carece de cuello y esa característica lo transforma automáticamente en un hombre poco confiable. Su mirada es huidiza, se exalta fácilmente y aplaude todo el tiempo con fervor infantil. Si uno de los jugadores de cualquier equipo le palmeara la espalda se desvanecería de emoción y gratitud y recordaría el episodio toda su vida. Un imbécil. Pobre mujer.
Pierdo la noción del tiempo. Al fin reacciono. Faltan pocos minutos para que finalice el partido. Enredándome en los cables y descifrando el maldito control, logro grabar durante unos segundos el momento exacto en que los jugadores se abrazan con los suplentes y el cuerpo técnico festejando lo que parece ser un punto muy importante. Sin esperar el final y ya en mi poder, cuadro a cuadro la observo gesticular espasmódicamente durante una pequeña eternidad. Y así me paso las horas. En cada repetición, un buen trago de mal whisky.
Creo que los jugadores la deben conocer… “Hola, cómo estás? Tranquila que hoy ganamos fácil”
Me pregunto si será la amante de alguno de ellos. El pelado de cuello corto se lo merece.
Pedirme una platea en primera fila para toda la temporada hubiese sido un problema para mí, a no ser que se la pagase ella misma.
- Y por qué se separaron?
- Me pidió una platea en primera fila por toda la temporada, justo detrás del banco de suplentes.
Amaba los deportes. Practicaba atletismo y era buena en eso. Si hasta participó en una competencia en Brasil, creo, o Venezuela, por ahí.
Yo iba a verla correr. Después de cruzar la línea de llegada ella disminuía lentamente su velocidad. Extenuada, abría los brazos en cruz, cerraba sus enormes ojos verdes, echaba su cabeza hacia atrás con la hermosa cabellera rubia palpitando al sol y aspiraba el aire saturado por los eucaliptos del parque. Los músculos de sus largas piernas creaban un maravilloso territorio de colinas y valles que desaparecían y volvían a aparecer mágicamente a cada paso hacia mí. Su remera blanca mojada de sudor marcaba sus pechos y su vientre, que era adivino, ahora lo sé. Los pliegues en su entrepierna del mínimo pantaloncito de satén rojo. La sal de su piel en mi boca. Mis caricias y sus besos. Mis fantasías, mi torpeza, mi inocencia.
No recuerdo cómo fue que la perdí. Nunca la tuve.
Me despierto a la madrugada y su rostro tiembla en la pantalla del televisor.
Trago a trago, me deslizo en un lento zapping hasta terminar con la botella. Me entero que el partido fue 95 a 94 a favor de los visitantes. Una pena.
Yo sólo tengo una cita con ella la próxima fecha.

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Perros salvajes


Sólo quiere descansar de ella. Al menos por un tiempo. Lo que se dice poner un poco de distancia y pensar. Replantear la situación. Es que ya la pobre le causa un tremendo hastío, de modo que se decide a realizar un viaje al sur. A cualquier sur. Bien abajo. Escapar. Ella le pide que la lleve, por favor, que no la deje allí, sola, sin él.
Dios! Qué pesada es esta mujer! No puedo, no quiero, no debo, le dice, y ella se pone a llorar calladamente. Cómo no recordarla así.
Autos, camiones y trenes lo dejan, después de varios días, en medio de la montaña con un impiadoso ataque al hígado. No sabe exactamente dónde está. Nunca lo supo.
La noche es angustiante y el reflejo de la luna en las aguas del lago le provoca náuseas. Descubre un sitio protegido entre rocas y arbustos allí arriba. Enciende una pequeña fogata para calentarse. Al rato ve aparecer una jauría de perros salvajes, veinte, treinta, deslizándose en silencio por el borde de la ruta, los hocicos humeantes pegados a la tierra. Una implacable procesión de monjes hambrientos. Días atrás había leído la noticia de que en algún sitio, por esa zona, unos perros salvajes se habían cenado a un hombre. Imagina los restos del infortunado tipo en las entrañas de esos pobres malditos seres. El miedo le hace expulsar lo que parece ser el último resto de bilis. El olor que despiden las ramas quemándose y el gusto ácido en la boca lo arrojan de espaldas en la piedra. No ve el inmenso cielo estrellado. Los perros se alejan del lugar. El frío es intenso. La peor noche de su vida, cree.
Con las primeras luces del amanecer comienzan a pasar algunos pocos automóviles. Como puede, con su enorme mochila a la rastra, desciende hacia la ruta y comienza a hacer dedo hacia cualquiera de las dos direcciones. Le da igual. Al fin se detiene un viejo camión o colectivo destartalado, convertido en una especie de casa rodante. Se abre la puerta y un hombre al volante le indica con un imperceptible gesto, tal vez ninguno, que suba. Una mujer está sentada a su lado. Gitanos o indios. Saluda y nadie responde. Nadie le pregunta quién es, ni cómo llegó hasta ese lugar, ni quienes lo maltrataron así, ni hacia dónde va. Se acomoda en un rincón para protegerse del viento helado que se cuela por las ventanillas. Dos niños duermen junto a él envueltos en una manta india. Se ponen en marcha. El hombre lo mira por el espejo retrovisor y le dice algo a la mujer. La mujer se levanta y se dirige hacia el fondo del camión. Desaparece detrás de una cortina de cristales de colores que tintinean dulcemente y regresa con una taza llena de un líquido rojo, caliente. Se la ofrece sin decir una palabra y su mirada y el roce de su mano lo sanan. El no agradece. En ese pedazo de mundo que se desplaza por la ruta, el silencio parece ser un invalorable tesoro. Bebe el líquido de a pequeños sorbos. Tiene un gusto a tierra, a cardos. La mujer extiende su mano para que le entregue la taza y luego lo toma suavemente de los hombros, lo recuesta junto a los niños y lo arropa. El hombre cree haber dormido.
Cuando se despierta, después de quién sabe cuánto tiempo, se siente mucho mejor. Los niños, ya despiertos, juegan con pequeños cristales de colores. El camión se detiene a la entrada de un pueblo. El conductor y su mujer miran al frente, sin un gesto. Se abre la puerta. Recoge su mochila y desciende. El camión se pone en marcha. Los niños, asomados a la gran ventanilla de atrás lo observan alejarse, quieto.
Un cartel indica: “Piedra Santa”.
Imperceptiblemente, como una inundación en la noche, lo invade la imagen de la mujer abandonada. Decide que la extraña, que la necesita, que no puede vivir sin ella.
Un viejo le informa que el próximo tren pasará en unas diez horas. Una simple eternidad. Nunca amó así. Se vacía, se asea, come, duerme, lee, se vacía otra vez.
Dos días enteros tarda en regresar.

Son las diez de la noche y es la hora señalada. Como siempre, ella cruzará el puente viejo, a metros de la fábrica abandonada, donde suelen encontrarse.
- María!- grita cuando la ve aparecer con su fino vestido blanco, más hermosa que nunca.
Ella se detiene, fulminada.
El corre a su encuentro.
- Qué hacés acá?- le pregunta la mujer, otra mujer.
- Cómo que qué hago acá? Vivo acá. Volví por vos. Yo te amo, María.
- Pero yo no. Ya no. Dejáme en paz.- y se aleja, con su ridículo vestido blanco agitado por el viento caliente de la noche.

Nunca más la volvió a ver y durante mucho tiempo deseó haber sido devorado por esa jauría de malditos perros salvajes. Formar parte de sus cuerpos y terminar en un montón de mierda al costado de una carretera del sur fue su único sueño.
Hasta que se le pasó, como todo.
Ahora sólo recuerda la indescifrable mirada del hombre del camión, las suaves manos de esa mujer y unos niños creando una dulce música de cristales.

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El patriota


La mañana del 9 de julio, al abrir mi correo, encuentro un mail en cuyo asunto aparecen los tres eternos puntos suspensivos de costumbre con los que acostumbraba encabezar sus mensajes.
Lo leo. Dice:
¨Viva la patria.
Tengo cuatro noticias para darte. Una buena, otra muy buena, una mala y otra muy mala.
La buena: mi mujer ha dejado de fastidiarme.
La muy buena: mis hijos están en buenas manos.
La mala: he muerto.
La muy mala: pensándolo bien no tengo algo muy malo para contarte.
Un abrazo a la distancia¨.

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Ese hombre de allá


dos pibes en bicicleta cruzan la plaza
de este inmisericorde pueblo
van o vienen de la escuela
distraídos
hablan de fútbol o de chicas
y se estrellan contra el alambrado que rodea a la calesita
quedan tirados sobre el pasto raleado
enredados en sus bicicletas y riéndose hasta llorar
apenas pueden moverse
me miran
soy testigo de un episodio que tal vez recuerden toda la vida
cuando caminen por aquí con sus hijos o sus nietos
si es que no logran escapar de este maldito lugar
o cuando les arreglen y les pinten esas mismas bicicletas para ellos
les contarán esta pequeña historia de la que formo parte y tal vez hablarán del hombre de barba y de impermeable gris
que estaba sentado en un banco
ese mismo banco de ahí
y que se reía tanto como ellos
no sabrán nada más de mí
ahí termino yo
el hombre del banco de la plaza
sin nombre y sin rostro
también ellos no son otra cosa para mí más que dos objetos
que se desplazan en el espacio y en el tiempo
all fin logran reponerse
recogen sus mochilas
se sacuden el pasto de los guardapolvos
montan en sus bicicletas y siguen su camino
se dan vuelta y me miran
desaparecen a la vuelta de una esquina
ahí terminan ellos
me quedo un rato más fumando y observando
a una joven mamá que juega con sus dos niños a construir castillos
de arena con mierda de perros
se escuchan unas explosiones a lo lejos
una vieja se asoma por una ventana
otros salen a la vereda a ver qué pasa

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Pan creas

Ha muerto un amigo mío. En menos de dos meses lo liquidó un cáncer en el páncreas. Lo redujo hasta convertirlo en polvo.
Cuando me dieron la noticia sobre su enfermedad me dijeron: “El páncreas no se puede operar. Se nos muere” y me quedé pensando en ese “se nos muere” como refiriéndose a una parte nuestra también. Como yo ni siquiera sé en qué lugar del cuerpo se ubica el páncreas y no conozco su forma y menos aún la función que cumple, me sorprendió la cantidad de gente que sabía que “el páncreas no se puede operar”. “No tiene salvación” dijeron todos, con cierta especie de oscuro orgullo por tener una opinión tan sólida y devastadora sobre algo que amaban.
Y estaban en lo cierto.
Una semana antes de su muerte, fui a visitarlo al hospital. Le llevé un libro de Oski, “La vera historia del deporte” con una dedicatoria demasiado ingeniosa, pensando más en mí que en él.
Averigué el número de su habitación y entré. Estaba dormido y tan flaco y pálido… Dejé el libro sobre su mesa de luz y mientras miraba extasiado lo que había quedado del cuerpo de mi amigo, escuché un gemido que venía del otro lado de la cortina azul que dividía la habitación en dos. Me asomé y ví a un anciano en sus últimos días, tratando de bajar de su cama. Nos miramos a los ojos durante unos segundos. Me ví en él. Levantó su brazo derecho con enorme dificultad, pidiéndome ayuda, supongo. Di media vuelta y huí del lugar, dejando todo como estaba.
Al fin, como se esperaba, mi amigo murió.
El velatorio no se realizó en una casa mortuoria como suele acostumbrarse sino en un aula de la Universidad donde era profesor, en una especie de homenaje, de tal manera que por los pasillos deambulaba gente que se sorprendía con la escena. Al ver el cajón preguntaban quién había muerto. Se les respondía que se había muerto tal y cual. Y quién fue? volvían a preguntar muchos de ellos.
Lo velaron a cajón cerrado. Como es habitual, hubo chistes y alguna conversación sobre fútbol. Gente que no se veía hacía mucho tiempo intercambiaba información de último momento sobre sus vidas y sus proyectos y algún recuerdo sobre él.
Es difícil mantener la tensión y el nivel de angustia por muchas horas y si bien la excusa de que nuestro amigo había sido un “jodón de aquellos” venía muy bien para justificarse, había en el ambiente una ridícula y torpe ausencia de cierto contenido trágico.
Pensé en los chicos que juegan a las escondidas y creen que por cerrar los ojos y no mirar a su perseguidor simplemente desaparecen, son invisibles, intocables, no existen.
Su hijo menor, de unos ocho años, se acercó al cajón con un amiguito y pude escuchar que le informaba: “Ahí adentro está mi papá” y me llené de pena. Su hija mayor vagaba por allí y parecía aburrida, como en una reunión de gente mayor un sábado por la noche y de la que no pudiese escapar, o tal vez era sólo instintiva y decantada sabiduría. Algunos amigos hacían lo imposible para que las que habían sido sus mujeres, cada una por su lado, estuviesen siempre rodeadas más o menos por la misma cantidad de gente.
A la mañana muy temprano unos hombres de negro vinieron a soldar el cajón. Todos nos apartamos pudorosamente y los observamos de reojo, iluminados por la llama azulada. Qué laburo de mierda dijo alguien.
Unos minutos más tarde esos mismos hombres volvieron para retirar las flores y las coronas. Cuando, en silencio y con gestos medidos y estudiados dieron la orden, los amigos más directos ocuparon sus lugares alrededor del ataúd y lo levantaron por sus manijas doradas. Mientras se ponía en marcha el cortejo, alguien cantó una canción.
Lo cremaron a la mañana siguiente.
Sus cenizas serían esparcidas en el mar esa misma noche. No fui. No tenía ganas de participar de esa ceremonia.
Me contaron que se tomó vino en su memoria, que alguien volvió a cantar una canción y que finalmente se vació el contenido de la pequeña urna.
Eso fue todo.

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El Carpintero Rojo

En un viejo diario, leo la noticia sobre la muerte del hombre que había sido, según aseguran, El Caballero Rojo, legendario luchador de catch y héroe de mi infancia. En esa nota se revelaban además sus últimas palabras, dirigidas a la mujer que estaba a su lado en el momento de expirar, su mujer.
“Hoy estás más linda que nunca, abrazáme fuerte”, dicen que dijo.
Cosas de la vida, ese mismo día, por la tarde, veo estacionada por ahí una destartalada rastrojera roja con un cartel pintado a mano sobre una de sus puertas promocionando el oficio y la fantasía de su dueño: “El Carpintero Rojo”. Una dirección y un teléfono.
Por alguna razón decidí que necesitaba urgentemente un mueble donde acomodar algunos libros que, hacía unos días nomás, había liberado del cautiverio al que los había sometido mi ex mujer durante quince años.
En vano esperé en mi auto durante más de una hora la aparición del carpintero rojo pero ya tenía su dirección de todos modos. Iría a visitarlo.
Al otro día, muy temprano, toco a su puerta y aparece un hombre diminuto, gordito y pelado, escarbadiente colgando de su labio inferior y cara de turro.
Me dice que qué quiero y yo le pregunto, tentado de la risa si él es el carpintero rojo, el verdadero carpintero rojo.
El pequeño hombre, confundido, me mira reir y se le cae el escarbadiente de su boca y yo me río aún más y el tipo me dice pero qué mierda te pasa pedazo de pelotudo y yo le pido disculpas pero no puedo dejar de mirarlo y de reirme hasta doblarme en dos y escucho que me grita rajá de acá loco de mierda o te recontracago a trompadas y yo me alejo unos pasos por las dudas sin dejar de mirarlo ni de reirme y entonces, por detrás suyo, aparece una mujer con forma de pelota y cara de perro pequinés que le pregunta qué es lo que pasa querido y ahí sí, ahí sí estallo en una carcajada feroz y alcanzo a decir: “pero hoy estás más linda que nunca querida, abrazáme fuerte”, y me tengo que agarrar de un árbol para no caerme al piso. Entonces salen los vecinos de sus casas para ver qué es lo que está pasando y sin poder parar de reir me pregunto por qué estoy allí, en ese barrio apartado, a esa hora de la maldita mañana riéndome de esa pobre gente, de esa mujer y del pequeño frustrado héroe de catch que, al fin, hinchado las pelotas, me toma por el cuello, me practica una terrible doble Nelson y me arroja de espaldas sobre la vereda de tierra mientras la pelota de grasa, arrodillada a mi lado y en un sincronizado movimiento con el de su marido, golpea el piso junto a mi cara tres veces con la regordeta palma de su mano derecha decretando la victoria de su carpintero rojo que me suelta y, orgulloso y altanero, las enormes fosas nasales dilatadas, arqueando su boca hacia abajo y desafiando a todos con pequeños golpes de mentón, se pone a caminar con sus piernitas muy abiertas alrededor de un ring imaginario, golpeándose el pecho y levantando sus musculosos bracitos. Los vecinos gritan y festejan enardecidos la victoria de su héroe y veo cómo se alejan llevándolo en andas por el barrio.
Yo me quedo ahí tirado, con la espalda a la miseria, masticando el polvo de la derrota y llorando de la risa.

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